La cercanía del río Aragón – importante vía de comunicación desde antiguo- y la amplitud del
valle (en tiempos denominado Bardaruex: el valle de Aruej) explican la antigüedad y densidad de la ocupación humana en esta zona. Se han detectado indicios de época romana y fueron más numerosos los núcleos de población durante la Edad Media. Frente a Aratorés existieron las aldeas – que una vez despobladas se denominan pardinas- de Izuel y Atrosillo (hoy Trujillo); mientras que hacia el sur existió la de Esporrín.
Aratorés suena ya en documentos de finales del siglo XI y desde 1206, mediante donación de
Pedro II, el lugar se vinculó al Cabildo catedralicio de Jaca. La dependencia respecto a la seo
jaquesa perduró hasta el final del Antiguo Régimen y la extinción de los señoríos (entrado ya el
siglo XIX).
Siempre basó Aratorés su economía en los recursos agrícolas y ganaderos, siendo escasa su
potencialidad forestal. Y cabe destacar la presencia junto al río de dos batanes, propiedad de
D. Francisco Osanz a mediados del s. XIX.